HORA CERO PUNTO COM (6)

Viernes 10 de Diciembre 12:00 pm (60 horas después de la hora Cero)



Johnson se ofreció a acompañarla cosa que agradeció, pues probablemente no habría podido conducir. Durante todo el trayecto hasta Witham se mantuvo en silencio. Sobre el regazo, llevaba sellado en una bolsa plástica, su móvil que había recogido del servicio técnico antes de abandonar el pueblo. No se atrevió a abrirla. Trató de blanquear su mente fijando la mirada en la carretera y memorizando los nombres de cada una de las salidas que iban dejando atrás. Sin embargo eso no fue suficiente para quitarle la opresión en el pecho que crecía a medida que se aproximaban al destino final. Los carteles no tardaron en ser sustituidos por recuerdos…

5 años antes de la hora cero…

La alarma del microondas la alertó de que los canelones congelados estaban listos. Apretó el botón de pausa antes de abandonar el sofá rumbo a la cocina. Puso el envase de plástico directamente sobre un plato – así no ensucio- pensó. Abrió la nevera y sacó una lata de stella. Con una bandeja regresó al sofá recién comprado en Ikea con su aguinaldo de navidad y le dio al play mientras tiraba de la orejita de la lata de cerveza.

Por la ventana se colaba de tanto en tanto, el barullo de grupos de jóvenes que se dirigían a alguna de las fiestas por año nuevo, que se celebrarían en los cuatro bares de aquel pueblo olvidado del sur este de la Isla. Johnson había sido esta vez, el artífice de la fiesta que organizaba el cuerpo policial de Shenfield y a la cual Paula había decidido no asistir. Las detestaba y sumar una más de esas fiestecitas a su hoja de vida, le pareció demasiado.

Bebió un largo sorbo mientras sus ojos seguían con interés uno de los episodios de unsolved crimes, una serie de la cual tenía la colección integra y a la cual volvía de tanto en tanto. Se disponía a darle el primer pinchazo a sus canelones cuando llamaron a la puerta. Miró con incredulidad hacia la entrada, dejó la bandeja y resopló con fastidio, convencida que alguno de sus compañeros habría recibido el encargo de arrastrarla a la celebración. Abrió con cara de pocos amigos dispuesta a no dejarse convencer. Grande fue la sorpresa de encontrar a Ariel acostada en el umbral, balanceando una botella Don Periñon de gran tamaño.

- ¡Dios! ¿A quien esperaba teniente? ¿Debo acaso temer por mi vida al haber interrumpido su – asomándose hacia dentro del departamento con cierto sarcasmo- divertida velada?

- Por un momento pensé que venían a raptarme y llevarme a la patética fiesta de la jefatura. La misma gente, el mismo decorado, la misma banda y los mismos chistes, me producirían nauseas.

- Ya… pues creo que tengo un plan mejor

- Ariel… no soy de juergas ya lo sabes

- ¿Y quién habla juergas? Pasé por la mansión Redford y como nadie se percata nunca de mi presencia, es más creo que prefieren hacer como si yo no existiera, pillé lo mejor que tenían en su selecta bodega de licores, gran orgullo de mi abuelo paterno que en paz descanse. En tu vida te has tomado una de estas.

Al ver que Paula no se movía

- Bueno que… ¿me vas a dejar pasar o- melodramática- debo resignarme a deambular por las calles, triste y abandonada con mi botella en la mano?

- Anda ya, déjate de numeritos… venga pasa

Ariel fue directamente a la cocina. Con la familiaridad de quien ya ha estado allí más de una vez, abrió la alacena y sacó el par de copas que ella misma había traído la vez que celebraron el término de su programa. Habían pasado siete meses desde entonces y se habían frecuentado varias veces. A pesar de la reserva habitual para con sus cosas y su espacio, Paula se sentía cómoda en compañía de la muchacha. Ariel, tenía sus días, pasaba rachas de tranquilidad durante las cuales parecía recobrar todo sentido de cordura y otras, donde la aplastaba una melancolía profunda para después, dejarse invadir por un furor desmesurado, queriendo cambiar el mundo entero con ideas descabelladas o simplemente protestar por cualquier causa que se le cruzara enfrente. Sin embargo, desde el término del programa, no se había vuelto a meter en problemas serios. – Se está usted convirtiendo en mi consciencia teniente- solía repetirle tras esas charlas interminables en donde era Ariel quien desahogaba todas sus miserias y Paula se limitaba a escucharla con interés. La policía en cambio hablaba poco, se podía decir que lo evitaba cuando la chica hurgaba demasiado en su vida privada.

Ariel se sentó en el sofá tras quitarse los zapatos y comenzó a manipular el corcho de la botella. Miró con asco aquel plato de canelones que se enfriaba junto a la mesita de café y luego miró con la misma cara a Paula.

- Ya… la señorita de gustos refinados no come lo que come la plebe- ironizó Paula

- Sabes que engullo un montón de porquerías pero tú me ganas de largo

- Oye cuidado con mi sofá nuevo, abre la ventana y apunta hacia afuera

- Y tu busca otra cosa menos tétrica en la tele ¿quieres? No estoy para oír sobre asesinos y depravados

Paula negó resignada mientras cambiaba a MTV. En eso se escuchó un golpe seco y el corchó salió volando, oyéndose segundos después el chillido de un gato. Ariel se agachó cagándose de risa y regresó al sofá. Sirvió las copas y le extendió una a la teniente.

- Salud por el gato de tu vecina al que acabo de meterle el corcho por el culo

- Como venga a quejarse, sales tú te advierto, que la tía es más loca que una cabra

- Ya deja de renegar y haz salud conmigo

- ¡Salud! – respondió chocando su copa antes de beber un sorbo. Hizo un gesto de agrado

- Te lo dije. Este champagne es de puta madre. ¿No tienes fresas?

- No, pero tengo uvas – respondió volviendo a la cocina

- ¡Qué original! Uvas en año nuevo – replicó en tono de joda

- Ya y las fresas con champagne lo son seguro ¿no?

- No, pero la combinación es buenísima. Bueno que importa, algo fresco irá bien igual

Paula regresó con un bowl de uvas verdes recién lavadas y retomó su lugar en el sofá. Bebieron toda la copa en apenas un minuto. Ariel sirvió rápidamente la segunda mientras lanzaba la primera pregunta de la noche

- ¿Y qué tal la cena navideña?

- Lo de siempre. Mi padre dándome la lata. Mi hermano alardeando de sus logros en la empresa. Mi padre mirándolo orgulloso mientras yo engullía el pavo navideño y rezaba en silencio para que el viejo se quedara dormido de una puta vez y poder venirme a casa.

Paula hizo silencio y apuró su copa. Ariel la quedó mirando, entendiendo que no pensaba agregar nada más. Le volvió a llenar la copa. Bebieron las dos en silencio hasta acabar como si estuvieran haciendo una competencia. Al rato las copas estaban nuevamente llenas.

- Quien habrá sido el tarado a quien se le ocurrió la brillante idea de que las navidades son para pasarla en familia. Es lo más deprimente que existe. El año que viene deberíamos zurrarnos en la formalidad e irnos de viaje tu y yo a hacer algo fuera de lo común, como escalar el Himalaya por ejemplo

- ¿El Himalaya? Ya, fácil ocho mil metros de altura y luego visitamos el Tibet y nos convertimos al budismo- añadió Paula divertida. Sin embargo Ariel la miró con interés

- ¡Eso sería estupendo!

- Ariel por favor, estaba bromeando

- No espera, acaso no sería de puta madre- poniéndose de pie sobre el sofá mientras alzaba su copa. Parecía haber caído en una especie de trance- solo imagina por un momento Paula, estar en la cima del Everest sobre el mundo entero- dijo con el rostro iluminado- Respirar ese aire que han respirado unos pocos y que no está contaminado por toda la mierda que nos rodea- Paula la miraba divertida hasta que Ariel hizo un silencio repentino y su rostro pasó del trance casi mágico y eufórico a reflejar una profunda melancolía - Que de pronto esa energía se llevara el dolor…. imagina poder borrar a mi madre de la memoria, su abandono, las imágenes de mi viejo ahogado en alcohol – le clavó los ojos- el rechazo de tu padre y…

- Eres una idealista Ariel – interrumpió Paula – el champagne tiene ese efecto, se te sube a la cabeza en dos patadas

Ariel la siguió mirando fijamente un par de segundos, antes de arrodillarse hasta quedar a la altura de su rostro como enfrentándola

- Te duele ese rechazo y mucho. Porque a pesar de que tu viejo es un puto cabrón, lo quieres

- ¿De dónde sacas eso? – Exclamó Paula a la defensiva- el Don Perignon te está haciendo alucinar demasiado- sentenció como buscando restarle importancia a toda esa conversación que bordeaba una intimidad incomoda.

Ariel sin embargo, no dejó de mirarla. Tanto que Paula tuvo que rehuirla bajando el rostro. La chica entonces apuró lo que aún quedaba en su copa y la puso a un lado. Casi de inmediato tomó el rostro de Paula entre sus manos y la besó con fuerza en la boca. Al principio Paula se quedó inmóvil. Sintió el cuerpo tenso por lo inesperado. Pero a medida que el beso fue tornándose suave y dulce, sus músculos se aflojaron y no tardó en responder. Se besaron un buen rato con disfrute, como si no hubieran gozado de un contacto similar en mucho tiempo. Hasta que Ariel se separó unos centímetros y volvió a mirarla con la misma intensidad.

- Ahora dime que esto también fue una alucinación…



Sintió entonces que el coche se detenía y escuchó la voz de Johnson. Sus ojos se posaron en la bolsa plástica que llevaba sobre el regazo y la realidad le estalló en la cara. No se movió.

- ¿Estás bien Ord?- Preguntó su compañero preocupado

- Si… - titubeó. Luego miró por la ventanilla leyendo el cartel que decía: Estación de policía de Witham. Se alisó el cabello y recuperando su habitual tono cortante y frío añadió- Vamos Johnson, deben estar esperándonos.

Entrada publicada por SYD708 el jueves, 26 de mayo de 2011 .
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