Delirio número 42 (O vago intento de tomarlo con humor)


              Hace un poquito más de una semana cumplí años (que divertido seee) y cosa rara, me convencieron de celebrarlo. Ilusa yo, pensé que si me lo proponía, podría sentirme diferente. Pero pasada la adrenalina del festejo, el bajón vino igual y me dio el mismo ataque de “estupidez” que me da desde hace algunos años en estas ocasiones. Ese ataque consiste fundamentalmente, en ahogarme sin remedio en la depresión (si claro por haber perdido tu cuerpo de quinceañera) y en el chocolate, que dejo de comer los trescientos sesenta y cuatro días restantes.

                Después de varias horas de sufrimiento idiota, decidí darme un baño y tratar de recuperar algo de cordura. Al salir de la regadera,  me armé de valor y terminé por enfrentarme al espejo (di la verdad, te cagabas de miedo). Busqué decididamente alguna nueva marca que el tiempo, mi enemigo voraz (hijo de puta) hubiera decidido tatuarme en el cuerpo. Para mi asombro, no encontré ninguna (querrás decir ninguna más de las que ya conoces de memoria) y por el contrario y a pesar del chocolate engullido, me gustó lo que vi  (¿En serio?). Así que con mi autoestima aún intacta me fui  de compras con mi hermana menor para terminar de aniquilar cualquier rezago de depresión que pudiera quedarme.

                Es extraño pero, justo ese día, descubrí que las letras del shampoo las están haciendo más chiquitas, si, y no sé porque, si apenas pueden leerse (seguro para ahorrar en frascos más pequeños ¿no te jode?) y también noté que había empezado a gastar más en tinte para el cabello… claro y es que… me he vuelto más pretenciosa y quiero cambiarme el look constantemente (plop).  Después de terminar el recorrido, dí un vistazo al carrito y lo ví lleno de verduras y yogurt (bueno es verdad que siempre has comido verduras y el yogurt te encanta) galletas orgánicas, salvado de trigo, leche sin lactosa, más fruta que de costumbre y había hecho algo insospechado, había cambiado la cerveza por la cava. (Claro y ahora dirá que es porque hay que guardar la línea y no que el estómago ya no aguanta lo mismo). Seguí recorriendo los pasillos, leyendo con mayor atención las etiquetas de los productos, pues con tanto preservante quien sabe que mierda nos estarán metiendo en el cuerpo (Que aburrida por dios) Luego, me detuve  un segundo a mirar hacia el lado de los embutidos y decidí pasármelo de largo, mientras sonreía imaginando a una flaca en bikini súper bronceada en la playa. (Que no serás tú claro) Finalmente llegué a la caja, orgullosa de mi misma por haber sorteado tantas tentaciones con éxito. Mi hermana y yo reíamos despreocupadamente haciendo la cola,  y yo casi me había olvidado del síndrome post cumple cuando de pronto, ¡ZAS! La cajera saludó a mi hermanita con las palabras mágicas:

“Buenas tardes SEÑORA”

                Fue como si un rayo cayera estrepitosamente y todo el mundo guardara silencio. (Eso, viva el melodrama) Cuando me saludaban a mí de esa manera, me decía: y es que debe ser que no me ha visto bien o que hoy me he venido hecha un estropajo a comprar… pobre despistado… pero créanme, la ilusión se acaba cuando a tu hermana menor le dicen “señora” … ahí sabes ya, que no te salva nadie, ni las manos milagrosas del Dr. Pitanguy (definetely, you are drama queen)

                Aun estaba terminando de aceptar que la palabra “señorita”  ya no me pertenecía (hace rato guapa) cuando, más tarde me encontré con unas amigas para tomar café y entre las eternas y soporíferas discusiones sobre quién de los hijos es más listo, me enteré de que alguno ya tenía novia. Yo abrí los ojos de par en par y exclamé al borde de un ataque de histeria que no podía ser posible, si yo les he cambiado los pañales a esos mocosos hasta hacía poco (Si querida hace como quince años) No me había recuperado de la impresión, cuando a  una de estas “amigas” se le ocurrió la brillante idea de invitarme a que la acompañara a su próxima sesión de botox... la miré como si me hablara en chino o mejor dicho con cara de ¿en serio crees que necesito botox? (ahí va de nuevo el derroche de modestia) y antes de que todo se volviera más deprimente, decidí despedirme con besito volado para todo el mundo y salí corriendo como escapándome de una epidemia mortal.

                Mientras esperaba que el valet me trajera el coche, me quedé mirando los zapatos,  llevaba mis Converse negras… y sentí ganas de ponerme a llorar. Me aguanté con la fuerza de mis ovarios, que aún funcionan por siacaso, hasta subirme en mi 4x4 y pisé el acelerador como si creyera que así emprendería vuelo. En la primera luz en la que quedé atrapada, bajé el retrovisor para verme en el espejo: ¡Pelotuda!- comenté- yo botox… si son líneas de expresión en la frente y no arrugas como las tuyas… necesito una cerveza…(oye oye que luego dices que te sale barriga) ¡Cállate mierda!...

                Tras dar mil vueltas, terminé en el bar de a dos calles de mi casa y ni bien me senté en la barra, me pedí una Peroni heladita. Fue un alivio sentir aquel liquido divino rozar mi garganta y lentamente meterse en mi sangre, como borrándolo todo. Por mi cara, cualquiera hubiese dicho que era una alcohólica que acababa de romper la abstinencia. Estaba en pleno éxtasis con mi cerveza, cuando sentí dos palmaditas sobre el hombro. Era la Gata, una amiga de muchos años. Entre copa y copa le conté mi día post cumpleañero. Al terminar, ella me miraba como si estuviera a punto de estallar en carcajadas. Al rato, me dijo:

-          ¿Te digo un secreto?

-          ¿Cuál?

-          Mientras tu batalla contra la gravedad no empiece, estás a salvo.

                La miré entre extrañada y divertida. Ella me clarificó mejor el asunto, haciendo gestos con las manos y me señaló en orden: trasero, pechos, cara. Finalmente concluyó:

-          Con ejercicio y algunas cremitas, el tiempo te dará la suficiente tregua para que te vayas haciendo la idea. ¡Mientras tanto aprovecha!

                Hablamos de todo, recuerdos de universidad, amigos en común, travesías, amores presentes y pasados,  y entre risas y cerveza, finalmente terminé la noche con el humor cambiado y lejos de esa frivolidad extraña que parecía atacarme de vez en cuando.

                De camino a casa, me asaltó un recuerdo. Un episodio que me sucedió en mi reciente viaje a España. En Málaga para ser precisa. Caminaba tristemente por el paseo marítimo,  tenía puestos los audífonos a todo volumen, cuando me crucé con un hombre de unos cincuenta y tantos, muy bien vestido, que masculló algo que obviamente no escuché. Me quité los audífonos y le dije: ¿perdón? y el hombre con una amabilidad que yo no esperaba me repitió: “que estás guapísima niña, no te preocupes, que lo tienes todo, eso quería decirte”… recuerdo que le sonreí divertida tras darle las gracias. Supongo que exageraría si creyera que el hombre ese, supo leerme en ese momento… pero lo cierto es, que ese piropo inesperado, logró cambiarme el ánimo el resto de la estadía.

                Cuando finalmente llegué a mi departamento esa noche post cumpleañera, me detuve al espejo un buen rato. Y sonreí…porque me gustó como que quedaban los rizos despeinados, los jeans desteñidos, la casaca de cuero y las Converse negras, pero si tengo que ser sincera, me gusté más porque esa imagen, evidencia la historia que cargo sobre los hombros y que me hace ser quien soy…  y es cierto...lo tengo todo, o mejor dicho “casi" todo.  

(Felizmente nos libramos de la “estupidez” hasta el año que viene… y de tener que renovar el armario también)
Entrada publicada por SYD708 el martes, 4 de septiembre de 2012 .
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3 comentarios :

Anónimo dijo... | 5 de septiembre de 2012, 4:25

Todo, absolutamente todo lo que yo siento. Me he sentido muy identificada con lo que has escrito y ese temor a levantarse un día y no reconocerse. Es un consuelo saber que no estoy sola en esto.
Gracias por compartirlo.

Anónimo dijo... | 5 de septiembre de 2012, 6:26

!Lo de la batalla contra la gravedad me ha llegado al alma!

ElAlMaDeCaRvEr

SYD708 dijo... | 5 de septiembre de 2012, 20:17

Para mi escribirlo es parte del trabajo ese de "hacerse la idea". Es como darle forma a los miedos para luego reirnos de ellos.

Gracias por sus comentarios