PARTE II
Arianne
Llevaba dos horas frente a la pantalla del
portátil y no había podido escribir más de dos frases. Se recostó derrotada
contra el respaldar de su silla. Esta maldita ciudad- pensó mientras cogía su
paquete de Winston rojo, la chaqueta de jean desteñido y dejaba el despacho que
le habían acomodado en el periódico. Una vez en la calle, se recostó contra el
muro del edificio y encendió un pitillo. Acaba de dar dos aspiradas cuando
Martin Fog, uno de los editores del Irish y viejo compañero de facultad se le
acercó.
-
Son las diez de la mañana y ya fumando.
-
No me jodas quieres.
-
Tu siempre tan cariñosa- le dijo antes de dejarle dos besos en la
mejilla- ¿Que pasa Reynolds?
-
Mierda de discurso- resopló- estoy pensando coger mis chivas y…
-
Ni te atrevas- le advirtió- tienes que ir, te has enfrentado a medio
planeta para ser escuchada y por fin lo has conseguido.
-
Ya…ya lo sé. Si no fuera porque hay mucha gente detrás de esto quienes
merecen por una vez en su vida, ser reconocidos, no iría. ¡Dios! como detesto
Dublín. Es como si me exprimiera las energías. No he hecho otra cosa que
bajarme del avión y mi inspiración se ha desvanecido como por arte de magia.
-
Vete al campo, tal vez lejos de la ciudad y su caos, puedas
concentrarte.
-
Mi padre ha organizado una celebración familiar en mi honor- explicó
con sorna.
-
¿El viejo Reynolds, dando su brazo a torcer? No puedo creerlo. El
mismo que te llamó por teléfono y te llamó comunista por ese artículo que
escribiste en contra de la administración Bush. ¿Te acuerdas?
-
Claro que acuerdo, me regaló un par de perlas más eh, no te creas…
Pero no es que haya cambiado mucho la verdad… no hace más que alardear con sus
amigos del Country Club, que su hija será premiada por el Irish pero ni loco
menciona el porqué.
-
Bueno, es el típico padre conservador, que ve lo quiere ver.
-
Exacto… pero ya está viejo y cansado, tratar de cambiarlo a estas
alturas es una guerra perdida, así que estoy tratando de llevar la fiesta en
paz el tiempo que esté aquí.
-
Bueno reina, voy a entrar, tengo reunión con el gran jefe. ¿Vienes?
-
No, aún no se me va la sensación de claustrofobia. Creo que voy a
caminar un rato.
-
Te veo luego entonces.
Lo
siguió con los ojos hasta que desapareció tras los ventanales de la entrada.
Acto seguido, encendió otro cigarrillo antes de caminar a lo largo de Tara
Street hasta alcanzar el paseo George Quay, al margen del río Liffey. Se apoyó en la baranda y no
tardó en abstraerse en las aguas turbias de ese río que conocía de memoria…
-
Arianne Reynolds ¿verdad?
Escuchó
de pronto volviendo a la realidad. Al girarse se encontró con un muchacho
pelirojo que la miraba con sonrisa nerviosa. Lo miró como tratando de
recordarlo.
-
Soy muy mala para las caras. ¿Tú eres?
-
Patrick- le extendió la mano- Patrick Brown.
-
Perdóname pero, no me suenas en absoluto.
-
No claro, no nos conocemos...-dubitativo ante la mirada extrañada de Arianne-
creo que tu reportaje fue
sencillamente genial.
-
Gracias.
Arianne
lo quedó mirando al ver que el muchacho parecía querer decirle algo más. El
silencio se hizo extrañamente incomodo. Hasta que Patrick bajó la mirada como
derrotado.
-
Bueno me voy... Fue un gusto conocerte.
-
Igualmente- respondió por cortesía y se
sintió aliviada de quedarse nuevamente sola.
Se
disponía a encender otro cigarrillo cuando por el rabillo del ojo, divisó al muchacho acercarse de nuevo.
Escondió una mueca de fastidio ante lo que supuso iba ser tener que oír a un pesado más, elogiar un trabajo que
seguramente ni entendía.
-
Mira, discúlpame si te molesto otra vez pero la verdad es que...- tomando aire-
Tenemos una amiga en
común.
-
¿Amiga? - dijo levantando la ceja- que raro, yo no tengo amigas en Dublín. Aunque
imagino que ahora mucha gente dirá que
es amiga mía…claro… - agregó mientras buscaba el mechero palpando sus bolsillos.
-
Ciara…
Finalmente
exhaló Patrick con el corazón disparado. Arianne lo miró con rostro neutro e
indescifrable. Con calma encendió su cigarrillo y dió un par de chupadas.
-
Ciara... No había escuchado ese nombre en una década.- Volvió ese rostro
inexpresivo hacia las aguas
del Liffey y permaneció en silencio un instante antes de aplastar el cigarrillo
a sus pies-Bueno, me vas a
disculpar… Patrick ¿verdad? Pero debo volver al trabajo, buenos días.
Comenzó a alejarse del muchacho con la misma
calma con la que había llegado hasta ahí. Patrick la contemplaba impotente. Era
como si estuviera librando una gran batalla dentro de él.
-
Espera por favor... – exclamó de pronto- Yo sé que no quieres oír nada de ella
pero...
-
No es que no quiera- le dijo volviéndose con apatía- es que en realidad me interesa bastante poco oír sobre esa loca y menos
cuando tengo otras cosas que hacer.
Giró sobre sus talones y comenzó a caminar en
sentido opuesto. Patrick entonces volvió a llamarla pero esta vez ella no se
detuvo. Él subió la voz.
-
No tengo permiso para decir nada pero tú eres especialista en escarbar la
verdad ¿no? Investiga
entonces. Hay cosas que parecen lo que no son.
Arianne siguió alejándose sin voltear y no se
detuvo hasta estar de vuelta en el despacho claustrofóbico. Se sentó frente al ordenador y comenzó a
escribir de forma frenética:
Hace
diez años, me miré al espejo y descubrí el rostro de una mujer tremendamente frágil,
marcado por el dolor. Creí que con veintisiete años, mi vida estaba acabada.
Miré a mi alrededor, buscando desesperadamente alguien, algo, lo que sea a lo
que pudiera aferrarme con uñas y dientes, para poder seguir (era ya una
experta) pero esa vez, solo hallé silencio, un silencio que ensordecía, paralizaba
e iba carcomiendo mi alma a pedacitos. Fue en ese entonces que huí, lo más
lejos que pude, buscando que los recuerdos no pudieran alcanzarme. Me interné
en los lugares más agrestes, violentos y desolados que encontré… tal vez esperando
que una muerte sorpresiva acabara por fin con el silencio insoportable.
Hasta
que en uno de esos interminables días, de buscar aquel suicidio involuntario, conocí
a Michael Zenni, el protagonista de esta historia que me trae hoy ante ustedes.
Sesenta y seis años, cuatro agujeros de bala tatuados en su espalda, envuelta
en una vieja casaca militar, un paquete
de cigarrillos arrugado, un perro viejo abrigándolo en las noches a la intemperie
y una sonrisa que, a pesar de su terrible historia de indiferencia, le llegaba
todavía a iluminar el rostro… yo buscaba la muerte y encontré la vida en un ser
que, irónicamente estaba muerto para resto del mundo… esa noche, por fin supe
lo que tenía que hacer: buscar la verdad y contarla, esa verdad que muchos preferimos
no ver para no incomodarnos, para no darnos cuenta cuan prescindibles e
insignificantes somos frente a otros como Michael, que aprendieron a vivir a
pesar de todo… Esta historia, señores míos, más que una crítica a un régimen, más que un
acto de rebeldía, es una historia de fe… si… fe en nuestra cada vez venida a
menos, raza suprema… sobretodo en los tiempos estos, donde la pérdida de
humanidad ya no es noticia...
Hizo
una pausa y se apoyó pensativa contra el respaldar de la silla...
1 comentarios :
se q no he comentado, pero la verdad es q estoy esperando q la termines para leerla completa y de un tiron.
ya no me apetece leer en fasiculos...
besitos.
(estoy viajando del 19/4 al 10/5 a ver si con menos horas de dif nos econtramos mas y charlamos)
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