A cuatrocientos cuarenta y dos metros: Un ángel (re- escrito)

Cuatrocientos cuarenta y dos metros lo separan del suelo y deben ser unos diez del punto de partida. Le faltan cincuenta para llegar del otro lado. En este tipo de situaciones, hay solo dos opciones posibles, o que sea recordado como el hombre que realizó la hazaña de cruzar las Torres Regordetas o como el pobre loco que se sacó la mierda en el intento.  Aunque a decir verdad, había una razón mucho más trascendental detrás de todo eso.

            Hacía como diez años, creo, que el chato Duncan trabajaba en el circo de las ilusiones perdidas y la cuerda floja había sido desde entonces, su escenario predilecto. Desde que era muy niño le gustaron las alturas. ¿Será porque es bajito? Hasta el día de hoy se lo pregunto y no puede responderme. Lo cierto es que, mientras el resto de la pandilla jugábamos con el trompo y las canicas al ras del suelo, él caminaba sobre el borde superior del respaldar de una banca, a lo largo del muro medianero de su casa, o por el filo de la ventana del cuarto de costura de su madre y cuando lo castigaban o caía enfermo, se conformaba con hacerlo por el borde de la cama. – Ahí está el chato Duncan, el chico que camina en el aire- solían presentarlo los chicos del barrio a sus madres, quienes siempre lo saludaban con una mirada de desconfianza. Hasta mi madre, me dijo alguna vez- No quiero que te juntes más con Duncan, ese chico está completamente loco.

            Gracias a que no le hice caso, es que estoy hoy aquí, una vez más, esperándolo del otro lado, después de burlar todos los controles de seguridad y habernos amanecido para tender  el cable de acero trenzado y los dos amarres de seguridad perpendiculares a éste, entre las dos torres más altas de todo el continente.  

             La neblina mañanera empieza a disiparse. Hay un poco de sol pero el gorrito de algodón que lleva prácticamente atado a la cabeza, tiene una leve visera que lo protege. Lleva una malla negra en las piernas, las zapatillas especiales, como las que usan los bailarines de ballet y una camisa blanca lo suficientemente ancha para permitirle maniobrar con comodidad. Ahora me mira y sonríe.  Por fin puedo respirar hondo, pues eso significa que el cable está bien tenso y se siente seguro. Corre una suave brisa que refresca y que gracias a dios, no es lo suficientemente fuerte para poner en riesgo la misión.

             Misión si…Y es que el chato Duncan  se inició como funambulista, cuando encontró un propósito claro. Recuerdo cuando su madre, harta ya, de rescatarlo de los abismos a los que se exponía constantemente, terminó por hacerle prometer entre lágrimas, que dejaría sus dotes de malabarista de los aires –  Buddy, no soporto ver llorar a mamá - me dijo varias veces- No quiero hacerla sufrir como mi viejo hizo con ella- Renunció así a su única y verdadera pasión. Lo resistió cerca de dos años. ¿O fue más tiempo? No sé, pero llegado un momento, comenzó a notársele la frustración en el rostro. Era muy triste verlo debatirse entre perseguir su sueño  o complacer a su madre. Hasta que un día, estábamos en casa del Crazy Bird, estudiando para los exámenes de fin de curso,  cuando Roman Tucker, harto de tanto número, comenzó a lanzar bolas de papel arrugado a una vieja papelera de madera ubicada al otro lado de la habitación sin lograr encajar una sola.

               - A ver chato, lánzalas tú, si encestas aprobaré el examen si no, reprobaré…

            Duncan muerto de risa, se trepó al borde del respaldar de mi silla, luego levantó una pierna y en pleno equilibrio,  hizo cinco lanzamientos. No falló ninguno  y  Roman Tucker, una nulidad total para las matemáticas, al día siguiente aprobó. A partir de ese momento, la cara de Duncan cambió como quien acababa de recibir la revelación de su vida.

            – Ya lo tengo Buddy, seré un funambulista al servicio de los demás. Mi madre no podrá oponerse

             A partir de ese día, Ducan se las ingenió para encontrar un propósito trascendental a cada subida suya al alambre – Si cruzo sin caerme aprobaré la escuela con honores- Fue lo primero que se propuso y lo logró sin ser un gran estudiante. Desde ahí, fui testigo; entre otros milagros que seguro ya olvidé;  de cómo salvó a su abuela de una operación al apéndice, al perro de la vecina después de ser atropellado, logró que su novia no lo dejara y terminara por casarse con él, que su primer hijo fuera varón y que su madre no perdiera el trabajo cuando la crisis azotó la ciudad. En el barrio, la noticia de los poderes de Duncan no tardó en esparcirse y largas colas comenzaron a formarse en la puerta de su casa. Él nunca se negó a ningún pedido y como era de esperarse, cuanto más difícil era lo que necesitaba conseguir, más riesgoso debía ser el paseo por el alambre.  


            Han pasado cerca de treinta minutos y es cuando aparecen en la azotea, policías y equipos de rescate. Me hago el desentendido, como siempre. Total no soy yo quien llama la atención, es Duncan, quien está a  punto de llegar a la mitad del recorrido, justo donde el cable de acero alcanza su máxima curvatura de seis milímetros. Realmente, lo que hace allá arriba, es una danza celestial. Su cuerpo parece flotar en el aire mientras balancea la barra equilibradora con elegancia. Pero si basta mirarlo ahora ¡Joder! casi tocando el cielo con el rostro relajado y sonriente, para convencerse que alguien así de fascinante, tiene si o si, poderes sobrenaturales.

             Ni bien llega al medio del camino, se le dibuja en el rostro un gesto travieso. Sonrío al saber perfectamente lo que está por venir y espero impaciente la reacción de la gente aglutinada en la azotea. Él, con la naturalidad de quien está a punto de meterse a la cama, estira una pierna y se sienta sobre el cable. Algunos policías a mi costado, no han podido evitar mirar hacia otro lado.

          – ¡El chico que camina en el aire Buddy!- me grita, mirando hacia el vacío- aunque ahora no soy tan
 chico ¿Verdad?
            Agrega entre carcajadas mientras se acuesta completamente sobre el cable.  Es el momento en el que yo también me atrevo a mirar hacia abajo, notando una multitud agolpada en los alrededores. Hasta hace unos minutos, se oían discusiones, llamadas por radio,  exclamaciones. Ahora, todos parecen poseídos por Duncan, quien juraría duerme placidamente sino fuera porque de tanto en tanto, mueve los dedos de sus manos que sujetan la barra para evitar que se le adormezcan.

             De pronto, esa especie de estado subliminal se rompe violentamente por el sonido ascendente de lo que parece un helicóptero.  Él se sienta de nuevo, mirando hacia todos lados. Instantes después, el aparato se aproxima peligrosamente  hacia el borde de una de las torres y desde dentro, noto como alguien comienza a hacerle fotografías. A Duncan, la sonrisa se le ha borrado por completo. Algo no está bien. Algo le preocupa. Recuerdo entonces que uno de los amarres de seguridad está sujeto a la columna  de acero en esquina, situada a unos cien metros de donde se encuentra Duncan y a pocos metros del helicóptero. Me acerco rápidamente a uno de los policías apostados en la azotea. Le ruego que haga algo para que retiren el aparato. Cuando Duncan está terminando de ponerse de pie, el cable hace un movimiento extraño. Se escuchan algunos gritos. Duncan logra, con esfuerzo, mantenerse en equilibrio. Recién cuando el helicóptero se aleja, advierto que uno de los amarres de seguridad está roto. 

              - Faltan solo veinte metros– le grito desesperado

- Me duelen los pies Buddy

- ¿Como que te duelen los pies? Nunca te han dolido Duncan no me jodas. ¡Venga! empieza a caminar, despacio

            Tras unos segundos de tensión, finalmente se atreve a dar un paso. El cable se sigue moviendo más de la cuenta. Noto entonces algo que me eriza la piel. Es su rostro. Refleja pánico. Algo que solo los hombres simples como yo sentimos. Pero no Duncan. Él jamás... Lo desconozco. Mientras trata de avanzar, sus movimientos se vuelven tensos y torpes.

             - Duncan escúchame – se detiene y me mira- Lo hemos practicado millones de veces. ¿Te acuerdas cuando me decías, mueve el cable Buddy, más, más fuerte? – Asiente- Pues nunca pasó nada ¿No?, así que esto es pan comido. Vamos, falta muy poco.


            Entonces lo veo hinchar los pulmones y tomar aire. Mira hacia el cable y trata de controlar su cuerpo. Por un instante parece recuperar su áurea celestial. Aguardo impaciente ver su rostro distendido y saber que se siente nuevamente seguro. Sin embargo, un sonido golpea mis oídos. Como un latigazo en el aire. Miro hacia  todos lados sin descubrir que ha sido.  Entonces vuelvo mi vista de nuevo hacia él. Exclamo horrorizado:


- ¡Duncan, nooo, no mires!!!!


            Él sin embargo, detenido sobre el alambre que ha perdido su segundo amarre de seguridad y tiembla frenéticamente, mira con pavor hacia el vacío. Parece un niño indefenso y asustado.


-   Duncan… ¡por favor!


            Levanta el rostro repentinamente y me mira. Sus mejillas están bañadas en lágrimas.


- Buddy, dile a mi madre que… me perdone pero… no podré salvarla esta vez



Entrada publicada por SYD708 el lunes, 26 de septiembre de 2011 .
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5 comentarios :

Adri dijo... | 20 de junio de 2009, 20:36

Los pelos de punta que tengo :-S
Pero me ha gustado mucho.

SYD708 dijo... | 21 de junio de 2009, 19:38

Pues me alegro al saber que a alguien más le gusta este texto que debo decir de los 8 relatos cortos que he escrito en los ultimos dos meses, es el que más me gusta y por si a alguien le interesa, el relato lo escribí despues de ver "Man on wire" un corto metraje sobre la azaña de Phillipe Petit, quien cruzara las torres gemelas a través de un cable...el corto es realmente estupendo. En youtube solo esta el trailer pero dice por ahi como verlo online.

Adri dijo... | 21 de junio de 2009, 23:27

Pues me ha gustado. Lo de los milagros me ha parecido de lo mas original.

Pero el final... :-( Me ha dado muchísima pena la última frase. Y encima con la musiquita de después... que una es sensible y estás cosas no las lleva bien.

Aun así, me ha gustado mucho. Me gusta esto de que pongas relatos cortos ;-)

Tatana dijo... | 22 de junio de 2009, 22:44

recien hoy lo lei, creo q es una de las mejores cosas q haz escrito

besos

Anónimo dijo... | 27 de junio de 2009, 11:34

Syd, me ha gustado mucho, sí es todo un cambio, biquiños
Tempodelecer