Avaritia: El misterio del Ankh - Introducción

"La codicia (o a veces la avaricia) se considera un pecado capital, y como tal, en cualquier sociedad y época, ha sido demostrada como un vicio. La avaricia es un deseo desordenado de posesión y de adquirir riquezas para atesorarlas. La codicia, por su parte es el afán excesivo de riquezas, sin necesidad de querer atesorarlas. Simonía, suscitada muchas veces por la codicia, es la compra o venta ilícita de lo que es espiritual por bienes materiales. Incluye cargos eclesiásticos, sacramentos, reliquias, promesas de oración, la gracia, la jurisdicción eclesiástica, la excomunión, etc" Fuente Wikipedia


Eran cerca de las cuatro de la tarde cuando el coche finalmente entró en los confines de la enorme finca. El olor profundo a café mezclado con hierba fresca gatilló en ella, cual latigazo enfierecido, su memoria. La tristeza terminó entonces por colonizar su alma en apenas un segundo. Recién en ese momento, se percató de la rigidez de su cuerpo cansado, pegajosamente adherido al asiento por el calor. Había intentado dormir más de una vez en las tres horas que llevaban de viaje pero como venía sucediéndole desde hacía seis meses, apenas pudo dormitar intercaladamente, algunos minutos.

Sobre su regazo, Sami dormía profundamente. Lo miró con una leve sonrisa mientras sus dedos peinaban suavemente su cabello ensortijado. Aún le parecía un milagro tenerlo ahí sobre sus piernas. No hacía ni un año que los médicos le habían prácticamente desahuciado al diagnosticarle una Leucemia crónica. Aún recuerda la cara de desesperación de Heben, su mujer, al enterarse, quien lo llevó a cuanto especialista logro encontrar, solo para recibir el mismo desolador diagnóstico: Seis meses de vida cuando mucho. Y de pronto, tras lograr convencer a Heben que era hora de parar y no someter más al niño, de apenas tres años y medio, a ningún otro tratamiento, Sami comenzó a mejorar de forma inexplicable. Tres meses después no quedaba rastro alguno de la enfermedad. Todo parecía indicar que los momentos felices por fin volverían a ser parte de la vida de ella y su familia y sin embargo, un par de días después que Sami fuera declarado oficialmente sano por la junta de médicos que revisó su caso, Heben desapareció dejando apenas una escueta nota que ella aún no lograba asimilar.

El coche finalmente se detuvo en frente de la gran casa. Ella entonces despertó al niño, quien se sentó algo aturdido mientras se frotaba repetidamente los ojos. Al bajar, una mujer de unos sesenta y cinco años, vestida formalmente con falda negra y blusa de seda amarilla la esperaba al pie de las escalinatas, junto con tres criados, dos mujeres y un hombre, todos de uniforme negro y blanco. Sami se cogió fuertemente de la mano de su madre, pegando su cuerpo al de ella mientras miraba con absoluta desconfianza a las personas que ahí los recibían.

- Señora Simone buenas tardes, soy Violet la ama de llaves de la casa. Estos son Natalie, Susan y Raymond. Falta Cloe, la cocinera que anda terminando la cena para hoy. ¿Tuvieron un buen viaje?
- Buenas tardes, si gracias…bueno un poco cansador
- Me imagino. Vuestras habitaciones ya están listas. Pueden subir a refrescarse. Natalie se encargará del niño- Añadió haciéndole un gesto a la muchacha para que se acercara
- Gracias señora Violet pero de mi hijo me encargo yo misma
- Como usted diga señora. Era solo por hacerle las cosas más fáciles. Si necesita cualquier cosa…
- No se preocupe se lo haré saber

Felizmente la habitación de Sami estaba comunicada a la de ella por una puerta interna. Pudo comprobar además, con extrema extrañeza, que todas las pertenencias de ambos habían sido cuidadosamente colocadas en ambas habitaciones, tal cual solían tenerlas en el departamento que hasta hace poco, habían compartido los tres. El pequeño ni bien entró en su habitación fue corriendo hasta un viejo baúl colocado al pie de su cama. Con extrema familiaridad lo abrió y sacó de dentro un peluche de unos treinta centímetros de alto. Era un pulpo morado, con manchas blancas. Sami sonrió mientras se giraba y se lo enseñaba a su madre quien lo miró conteniendo las lágrimas como bien podía.

- Mami pupo!!!
- Si mi amor es pulpo

El niño se sentó sobre el baúl y se concentró en acariciar su peluche unos segundos antes de mirar a Simone de nuevo

- Mami, queyo que vena Heben…
Entrada publicada por SYD708 el domingo, 12 de julio de 2009 .
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2 comentarios :

Adri dijo... | 12 de julio de 2009, 23:18

Me he pasado y he visto esto...

Ya sabes por donde estaré ;-) Me gusta tener algo que leer.

Besitos.

Tatana dijo... | 13 de julio de 2009, 0:32

Creo recordar q en un post-it hiciste referencia a "fausto", asi q mas q intrigada en ver como se te ocurrio desarrollar esta historia.

Besitos