En mis últimos días en el Reino unido estuve cagada de frío, harta de dormir en algo parecido a un cementerio de bolsas de plástico y maletas. Entregar finalmente la casa, vacía e impecable (porque ni loca les iba a dejar ni una libra de mi depósito) fue un alivio. Extrañamente no me dio pena salir de ahí y ahora curiosamente me cuesta acordarme cuando esa casita estaba armada y habitable….parece que hubiera pasado un siglo desde esa vez… Mi última noche en el país en el que viví los últimos cuatro años y medio, la decidí pasar en la ciudad que ya he empezado a extrañar horrores: Londres. Teatro, cena y una breve caminata por Covent Garden para luego regresar al hotel donde por fin pude dormir en una señora cama (gran decisión) antes de que se me borrara la raya del culo tras catorce horas de vuelo con parada de tres en el modernísimo y enrevesadísimo aeropuerto de Barajas. Tiempo que aprovechamos para degustar unos “bocadillos” de Jamón, cerveza de tubo; hacer llamaditas a algunas de nuestraz amistadez ibéricaz y terminar de gastarnos el crédito del roaming. Una pena que no alcanzara para todas las llamadas y ciertas personas se quedaran con las ganas locas de escucharme. (No se preocupen que superarán el trauma pronto)
Hoy, tengo el horario cambiado, me despierto cuando todo el mundo duerme, me caigo de sueño cuando todos andan despiertos, estoy a demasiados kilómetros de lo que fue mi vida hasta hace cuarenta y ocho horas pero… por otro lado, ahora me despiertan una manada de dulces pajaritos y no el graznido tenebroso de los cuervos del condado de Buckinghamshire. Cuando abro los ojos, tengo un parque enorme en frente de mi ventana, con árboles que ya han alcanzado la edad madura y pobladísimo de recuerdos de mi niñez. Todo esto en medio de una ciudad tremendamente caótica pero viva. El silencio de Two Mile Ash, a veces era demasiado… aunque ir en bici por el lago en primavera tenía un encanto especial… He pasado de los abrigos, guantes y bufandas a un calor de los mil demonios pero en la primera planta de la casa de los viejos, hay una piscina a mi disposición todo el día donde poner mis huesos en remojo mientras espero que me avisen que la comida está lista y me pasen una cervecita helada para apaciguar una sed que dura todo el día. Son estos los momentos en los que no reniego en absoluto de mi origen burgués, lo reconozco. (Aunque signifique también tener que aceptar vivir en una burbuja) Pero quizás, lo más estupendo de todo es que he pasado el domingo más vivo, ruidoso, mojado, feliz, mojado, mojado y mojado de los últimos años con tres enanos preciosos revoloteando a mi alrededor, que ahora lo repiten todo y hacen con la tía lo que les da la regalada gana. (Y pronto serán 4)
Tiempo de trámites y trámites, que renovación del DNI, que apertura de cuenta bancaria, que móvil nuevo (tuve que sucumbir a movistar desgraciadamente) y a partir del jueves empiezan el ciclo de entrevistas laborales pactadas desde hace algunas semanas para ver si puedo formar parte de la PEA nuevamente. (Y poder buscar piso pronto) Sigo alucinada de que la recesión haya pasado tan desapercibida por estos lares… En fin… nada… que aquí estoy yo, reinventándome, con la lección aprendidísima… ¿Te has preguntado alguna vez que es lo más importante en la vida? Yo ya lo sé y espero no se me olvide. Con el chip cambiado (a la fuerza) y con algunos años más de sabiduría, estoy ahora por enfrentarme (una vez más) a esto nuevo que me ha tocado vivir
Y en medio de estos vaivenes entre los que transcurre mi vida, mi imaginación sigue tejiendo historias que contar…felizmente