HORA CERO PUNTO COM (1)

Martes 7 de Diciembre 09:00 pm



Llevaba cerca de las tres cuartas partes del viaje con los ojos perdidos, mirando por la ventanilla del tren, cuando la risa estridente de una niña sentada en el asiento del frente, pareció devolverla a la realidad. La niña al ver que había capturado su atención, le sonrió y le extendió su muñeca. Ariel la cogió y comenzó a acariciarle el cabello muy despacito. Tenía una mirada triste y cansada pero que, de ninguna manera hacía presagiar lo que acontecería horas después.

Jugó con la pequeña hasta que la madre, quien la había mirado con desconfianza durante todo el trayecto, seguramente por la pinta descuidada y la cantidad de piercings que llevaba, le avisó que bajaban en la siguiente estación. La niña a regañadientes, se dejó poner el abrigo. Ariel le hizo cosquillas logrando que se riera un poco. Finalmente el tren se detuvo en Shenfield y la pequeña se despidió haciéndole adiós con la manita. Ariel le devolvió el gesto y le sonrió hasta que sus ojos la perdieron de vista. Por un momento tuvo el impulso de bajarse. Apretó los puños con fuerza. Hizo el ademán de ponerse de pie cuando escuchó el pitillo estridente y repetitivo que le advertía que las puertas estaban por cerrarse. Miró hacia el andén. Podría haber corrido y logrado bajar, pero no lo hizo.

Se colocó los audífonos y subió el volumen buscando que la música volviera a invadirla y borrara cualquier rastro de temor. Me ha costado demasiado llegar hasta aquí como para ahora dar marcha atrás- pensó

Veinte minutos más tarde, llegaba a la estación de Witham. Fue la última en bajarse. Se quedó ahí de pie en el andén hasta que el tren se marchó. Miró a su alrededor notando que la estación tenía el frío aspecto de una fábrica abandonada. Al fondo se distinguía un hilo de humo blanco que salía de unas chimeneas industriales. Había como un vaho lúgubre en todo el ambiente que curiosamente parecía armonizar con su estado de ánimo.

Al salir, encendió un cigarrillo y miró la hora. Decidió caminar hasta el punto de encuentro. Doce minutos después llegaba al desolado estacionamiento del Tesco. Se sentó en uno de los sardineles y encendió otro cigarrillo. La pierna le temblaba de inquietud. El frío era criminal a esas horas. De rato en rato miraba en todas direcciones. Vió el reloj, aun faltaban diez minutos para las once de la noche. Entonces sacó del bolso el móvil y comenzó a jugar obsesivamente al tetris, como buscando no dejar ni un segundo libre para pensar. Tras dos partidas lo dejó y volvió a mirar la hora. Sintió nuevamente la angustia subiéndole por el cuerpo como un tropel de hormigas y le vinieron ganas de vomitar. Volvió a encender el móvil pero esta vez entró al directorio de sus contactos y comenzó a borrarlos uno por uno, casi de forma automática, como si no reconociera ninguno de esos nombres. Solo cuando llegó a la P se detuvo. Miró con extrañeza aquel número. Estaba casi segura de haberlo borrado hacía tiempo. Contempló la pantallita hasta que se apagó. Alzó el rostro revelando una profunda nostalgia. Entonces en un arranque marcó y cerró los ojos. Su cuerpo se balanceaba ansioso mientras esperaba contestación. Timbró varias veces hasta que entró a la casilla de voz. Tras escuchar el mensaje, sonrió y colgó sin decir una palabra. Tenía los ojos llorosos.

- Todavía tienes el mismo mensaje grabado tontita

En eso, las luces de un automóvil alumbraron parte del estacionamiento. Ella apagó el móvil y se puso de pie. El corazón le comenzó a latir con fuerza a medida que el coche se acercaba. Al aparcarse, bajó un muchacho con cara de niño, muy alto y delgado. Para Ariel, el verlo, en medio de toda esa angustia, fue un respiro de alivio.

- Hola- le dijo él de forma tímida- Soy Steve

- Hola Steve, gracias por estar aquí, por un momento tuve miedo de que…

- Te lo prometí… - la miró con sinceridad - ¿Nos vamos?

- Si






Al subirse al Peugeot hatchback azul oscuro, Ariel pudo sentir un olor a lavanda que le impregnó las fosas nasales. El coche lucía como recién salido del lava autos. No supo porque pero ese pequeño detalle, le dio aún más tranquilidad. Steve condujo en silencio por cerca de veinte minutos hasta que entraron a una estrecha carretera rural. Solo la luz de los faros delanteros alumbraba el camino.


Habrían avanzado un par de kilómetros cuando se apeó a un costado y apagó el motor. Dejó las luces encendidas. Los dos se quedaron quietos un buen rato, con la mirada fija en el parabrisas.

- ¿Un cigarrillo? – preguntó ella

- Sí, pero mejor salimos, tengo algo de whisky también

- Genial, lo hará todo más fácil… supongo

Steve abrió una pequeña botella de Jack Daniels y se la ofreció a Ariel. Ella bebió un largo sorbo, dejando que el alcohol hiciera su trabajo. Él hizo lo mismo. Se fueron turnando la botella hasta dejarla semi vacía. Segundos después, ambos echados sobre el capot, fumaban contemplando aquel cielo claro y estrellado. Al terminar se quedaron un instante más ahí pero esta vez mirándose a los ojos. El cuerpo se les había comenzado a aflojar. Fue él quien se levantó primero y le extendió la mano, para que bajara. Ambos se dirigieron a la parte de atrás del coche y Ariel lanzó todas sus cosas personales en el maletero. De ahí mismo, Steve sacó un rollo de cinta adhesiva ancha y un trapo grueso. Lo metió dentro del tubo de escape y luego entre los dos forraron el tubo con la cinta. Pusieron algo más de cinta en las puertas traseras y ventanas. Regresaron finalmente al coche.

Volvieron a quedarse quietos mirándose pero sin decirse nada un rato largo. Solo se escuchaban algunos grillos a lo lejos. Entonces Steve, quien mostraba total control de sí mismo, le preguntó:

- Dijiste Evanescence ¿verdad?

- Si

Él puso play y subió el volumen. Los primeros acordes de Bring me to life retumbaron contra los cristales herméticos del Peugeot. La volvió a mirar y notó que Ariel temblaba ligeramente

- ¿Segura?

- Si… si… de verdad- murmuró con casi nada de voz

Él encendió el coche y se recostó contra el respaldar. Ella respiró profundo mientras veía como daban las cero horas en el reloj digital del panel. Volvieron a mirarse antes de apretar los ojos.

Cuando los encontraron, dos días después, estaban cogidos de la mano.

Viernes 10 de Diciembre 9:00 am (57 horas después de la hora cero)

- ¡Ord! Teléfono

- ¡Gracias! Oye Johnson he dejado el informe sobre tu mesa, caso cerrado

Replicó una mujer de unos treinta y cinco años mientras dejaba la funda y pistola sobre su escritorio. Se sentó y levantó el auricular

- Detective Ord buenos días

- Buenos días, soy el detective Mc Callister de la estación de policía de Witham

- Si detective dígame ¿En qué puedo ayudarle?

- Verá… se descubrieron un par de cadáveres de dos muchachos ayer por la mañana, a unos pocos kilómetros de aquí. Aparentemente, la muchacha muerta trató de llamarla desde su móvil.



La mujer abrió los ojos de la sorpresa



- ¿A mí? – pensativa- bueno tengo el móvil en el servicio técnico desde la semana pasada, no podría decirle detective…

- El nombre de Ariel Redford le dice algo

La mujer se quedó quieta. El rostro se le tornó pálido como el papel a medida que Mc Callister le narraba los hechos. Al colgar no se movió por un largo rato. Solo sus ojos se paseaban de un lado a otro mientras que en su cabeza, se repetía como en una grabadora, los hechos que acababan de narrarle. Johnson se le acercó al notarla extraña.

- ¿Paula que te pasa?

- Hallaron dos cuerpos en Witham, quieren que vaya para allá ahora mismo- le dijo con la mirada extraviada

- ¿Tu? – preguntó sin entender

- La chica que encontraron… - guardó silencio al sentir que se le atoraban las palabras- solía ser mi… mejor amiga… - Lo miró - es Ariel

Entrada publicada por SYD708 el miércoles, 26 de enero de 2011 .
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5 comentarios :

Anónimo dijo... | 8 de noviembre de 2010, 20:09

Aterrador, si hubiese hablado con ella ¿hubiese ocurrido?
Conchi

Magia dijo... | 9 de noviembre de 2010, 12:14

Me apunto para las siguientes partes aunque tenga mi precaución por su gusto al drama, precaución que siempre salta por los aires, intrigándome hoy la naturaleza del explosivo más que los efectos propios.
Gracias. Un saludo.

Sand78 dijo... | 11 de noviembre de 2010, 16:10

Me ha gustado mucho la historia y ya estoy esperando las siguientes partes.
Pero hay algo que me intriga y es si la historia seguirá a partir de donde terminó o las siguientes partes son la misma historia pero con distintos finales, como por ejemplo: si ella se hubiera bajado en la parada anterior, si le hubieran cogido el teléfono...

Besotes

Anónimo dijo... | 13 de noviembre de 2010, 13:46

Releída la historia, al tal Steve no lo conocía me intriga más todavía, que fuera su cita a través del ordenador,miedo me dá este aparato tan poderoso, calculador, sabio, y daniño, para quien no lo sepa utilizar, o gente desesperada como este caso. Esperemos por donde salen los tiros de esa cabecita tan fantastica.
Conchi.

Anónimo dijo... | 19 de noviembre de 2010, 17:03

HE VUELTO A LEER ALGO TUYO..
EN ESTA OCASION..MAS ALLA DEL ESPEJISMO..Y TE REPITO LO QUE TE
DIJE EN OTRA OCASION..ME ENCANTA COMO ESCRIBES ERES MUY INTENSA Y
LAS ESCENAS MAS DRAMATICAS LAS BORDAS...SIMPLEMENTE ESTA FRASE...

''TE ODIO COMO NUNCA HE ODIADO A
NADIE..PORQUE ME HACES DESEAR SER LA UNICA EN TU VIDA..

ES SUFICIENTE PARA VER TU FUERZA DRAMATICA..ESPERO QUE NUNCA TE CANSES DE ESCRIBIR..YO NO ME CANSARE DE LEERTE