CORAZON EN COMA- Historia en dos actos.

 "Mira a la derecha y a la izquierda del tiempo
y que tu corazón aprenda a estar tranquilo"
Federico Garcia Lorca.

ACTO 1

Tras tres mil seiscientas horas de insomnio y un ruido interno insoportable, decidí salir a perderme en otra noche más de locura anónima. Luces, música ensordecedora, miradas furtivas, sonrisas, coqueteos descarados y besos, esos que por más empeño que se le ponga , no logran rozar el alma.


Nuevamente terminé escapando. Caminé sin rumbo fijo por horas, hasta encontrarme de pie, en medio de la endemoniada Av. Ilusiones Perdidas. Mis ojos, de forma automática registraban una vez más, el movimiento frenético del zoológico urbano. Esa maldita locura diaria, que como aquel monstro de las pesadillas de mi niñez; amenazaba con terminar por someter mi voluntad. Huí despavorida hasta refugiarme tras la puerta de casa y me eché en la cama, esa que cada vez  se me hacía más grande, al punto de llegar a pensar que una noche de esas, terminaría por tragarme. Entrada ya la madrugada y en medio de esa desolación a la que parecía era totalmente incapaz de vencer, finalmente me quedé dormida.



Al día siguiente, a pesar de ser una mañana de verano pegajoso, me descubrí el corazón helado. El parte médico diría horas después que había entrado en coma, por stress y soledad.

La enfermera que me ayudaba a vestirme tras el alta, me preguntó extrañada:

          - ¿Por qué lo dejaste llegar a ese estado? Esas cosas ya no pasan en esta época.

Me limité a mirarla con agradecimiento y sin decir palabra por un buen rato. Tuve el impulso primero de contarle, pero lo había hecho tantas veces ya sin lograr que nadie me entendiera, que finalmente opté por marcharme. Cruzaba la calle de enfrente cuando murmuré:

           - Porqué no quise prostituirlo en esta jungla de mierda, por eso… 



           

ACTO 2
Durante toda una semana no hice otra cosa que maldecir mi romanticismo ridículo, caduco y que sin embargo ínsistía en sobrevivirme, a pesar de todo.

Otro día más, igualito al anterior, sorteando pasivamente la locura callejera y sin corazón que sirva. Aunque para muchos, quizás eso sería un alivio- pensé, mientras caminaba con resignación entre desconocidos y prisas traducidas en gritos y toques de claxon. Todo ello sumado a ese torturante ruido interno que me apretaba el estómago y avivaba una nausea constante.
De pronto, algo en mí, pareció haber llegado a límite del hartazgo. Me detuve en seco, cerré los ojos y desde las entrañas revueltas, solté un grito que duró lo suficiente para dejarme sin aliento. Debió sonar como un rugido y sin embargo, lo único que fui capaz de escuchar, fue el sonido callado del viento. Me quedé quieta tratando de entender. Al abrir los ojos, descubrí para mi total sorpresa, que el movimiento frenético de la ciudad seguía ahí, pero extrañamente a mí, solo llegaba en forma del más adorable de los silencios.

Al principio, pensé que era una histeria del momento, una de esas jugadas macabras a la que mi cabeza me sometía de vez en cuando. Sin embargo, al día siguiente y al otro y al otro, el fenómeno se repitió y yo no tardé en acostumbrarme.
Ajena ahora a la locura urbana que parecía no poder tocarme, el ruido interno que atormentaba mis noches fue cesando, como un mar que encuentra la calma tras un largo temporal. Lentamente volvió el sueño y mi cabeza comenzó a abrigar pensamientos sin angustia. Descubrí otra ciudad en mis paseos, una de colores más intensos, que me remitían a tiempos perdidos pero que esta vez era capaz de recordar sin dolor. Hasta que una tarde de invierno, una sonrisa me brotó inesperadamente, cuando después de mucho tiempo, pude escuchar el sonido débil y acompasado de mi corazón.

Fue entonces que descubrí que mi coma era reversible. Solo debía aprender primero a estar conmigo misma.



FIN
Entrada publicada por SYD708 el lunes, 1 de julio de 2013 .
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1 comentarios :

Anónimo dijo... | 2 de julio de 2013, 4:12

Qué importante..

Bienvenida de vuelta señora.