Setecientas veinte horas



Tras larguísimos meses de una inquietud extraña instigándole el corazón, finalmente se marchó, resignada a abandonarse al silencio de sí misma, como estación final. Y de pronto, en un día escandalosamente común, uno de esos, sí, en los que lo extraordinario se hace improbable, apareció ella…con esa sonrisa suya tan infinita, capaz de suspenderse hasta en la memoria más frágil y tiró por tierra, en apenas unas horas y dos copas, cualquier propósito de soledad… Sin esfuerzo, sin personajes creados, ni partituras aprendidas, en medio de una noche de verano tibio, dos piezas reunidas al azar, encajaron tan sorprendentemente, que solo quedaba una salida posible: Dejar a un lado cualquier vestigio de precaución, alzar los brazos y rendirse…
 
Cumplidas llevo, setecientas veinte horas de sonrisa permanente…
Entrada publicada por SYD708 el viernes, 6 de febrero de 2015 .
Etiquetas:
 

0 comentarios :