Cuento infantil para noctámbulos




Quince años han pasado desde la última vez que estuve aquí y todo sigue igual, hasta el olor a lavanda con el que mamá solía perfumar la casa. ¿Cómo es posible eso? Si ella hace tres años que no está. Supongo que el pino cuarteado de las ventanas y del piso habrá acumulado el olor entre sus grietas… Mamá… todo un personaje… la vida entera era un cuento para ella. No puedo evitar sonreír al recordar la cantidad de historias con las que pobló mi niñez. Fue precisamente en una noche como esta, así de espesa, con la neblina dividiendo el horizonte en dos y dejando distinguir apenas lo que hay metros más allá, que ella me habló de Junior.

Llevaba como media hora asomado por la ventana. Lo que me hacía tiritar no era el viento helado que se colaba en la habitación, sino el temor que comenzaba a apoderarse de mí, con solo imaginar que pronto tendría que irme a dormir, sabiendo que desde algún lugar en medio de esa oscuridad que se abría ante mis ojos, algo o alguien me observaba. No sé si era que la curiosidad podía más que cualquier miedo, pero siempre me pasaba lo mismo, a pesar de lo aterrado que pudiera estar, prefería mil veces develar el misterio que quedarme con la duda.

Así me encontró mi madre, agazapado al marco de la ventana, empeñado en descifrar cada una de las sombras que se formaban en complicidad con los viejos y deshojados olmos y la noche.

- ¿Que haces Sebastián?
- Mami, hay algo allá afuera.
- ¿Como algo?- Preguntó asomándose ella también.
- Si... las ramas de los árboles hacen ruidos raros, no es el viento te lo juro.

Mi madre, supongo leyendo el miedo en mis ojos, se sentó a mi lado y con aquella tranquilidad tan suya me contó finalmente la verdad.

- Pues tienes toda la razón. Allí afuera si que hay alguien.
- ¿Quien?- exclamé sorprendidísimo al escuchar aquella confirmación mientras mis ojos buscaban desesperados rastros de ese alguien- No veo a nadie.
- Ahora no lo puedes ver pero si escuchar.

La miré sin entender, pues en ese momento lo único que se lograba oír era el silbido del viento colarse por entre las rendijas y las ramas secas.

- Cierra los ojos anda- me pidió y al notar mi duda agregó- Vamos no tengas miedo.

Agarrándome de ella, obedecí y ajusté los ojos. Dejé pasar unos segundos y al no notar nada extraño, comencé a inquietarme. Entonces ella me pidió que me concentrara un poco más. Hice un esfuerzo e imaginé que lograba ir más allá, donde nace aquel silbido penetrante del viento y allí detrás de todo, logré percibir un sonido seco, débil, repetitivo, que buscaba ser como un canto sin lograrlo.

- ¿Lo oyes?- Preguntó ella.
- Si... ¿Quien es mami?
- Un amigo que mientras nosotros dormimos, se queda despierto contemplando la noche.
- ¿Y porque se esconde si somos amigos?
- Porque no quiere que lo veamos triste...pero ¿Sabes una cosa? Cuando se le pase, seguro podrás verlo.
- Ya... – contesté mientras otra pregunta comenzaba inmediatamente a rondarme la cabeza- ¿Y porque está triste?
- Su mamá se fue a un viaje largo y aún no regresa. Le dijo que volvería pronto para jugar con él y leerle los cuentos que tanto le gustan. Por eso se queda despierto, esperando y cuidando mientras tanto, que nada malo pase mientras dormimos.
- ¿Como se llama?- Le pregunté a mi madre, quien tras arroparme en la cama caminaba hacia la puerta.
- El es el pequeño Junior y tiene ojos grandes y redondos como los del tío Ben, ya lo verás tu mismo.

Traté de dormir pero no pude dejar de pensar en Junior y desde mi cama me quedé contemplando la ventana. La historia que mi madre me había contado logró quitarme el miedo pero en cambio, me dejó profundamente triste, al imaginar a aquel niño muerto de frío, en plena oscuridad. No recuerdo cuanto tiempo había pasado cuando creí ver una sombra cruzar a través del cristal y como un resorte, me levanté de la cama para volverme a asomar a la ventana. Lo hice con cuidado, sin abrirla. No quería que si Junior se hubiese decidido a salir, volviera a esconderse. Traté por varios minutos ver algo por entre las cortinas sin éxito y entonces decidí abrir la ventana, apenas los suficiente para encajar parte de mi rostro por la rendija. Se me heló la piel de inmediato.

Miré para todos lados hasta que a lo lejos, divisé una sombra pequeña y ovalada sobre una de las ramas del olmo más alto. Fue entonces que algo hizo que abriera la ventana despacio y completamente. Un par de círculos de intenso color naranja brillaban intermitentemente penetrando la neblina. Al verme, esos ojos dejaron de destellar y por un rato largo, en medio del silencio, nos contemplamos. Estaba como hipnotizado y aún ahora que lo recuerdo se me eriza la piel. En ese instante lo entendí todo. Retrocedí muy despacio primero para luego correr y coger uno de mis cuentos de cabecera favoritos. Regresé hasta la ventana y volví a mirarlo. Seguía ahí quieto observándome. Fue entonces que empecé a leerle en voz alta.

Desde esa noche, el pequeño Junior durmió profundamente al pie de mi ventana…




Entrada publicada por SYD708 el martes, 18 de agosto de 2009 .
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3 comentarios :

Neblina dijo... | 18 de agosto de 2009, 21:57

Muy bonito Syd, gracias por este rato de ternura

Neblina dijo... | 19 de agosto de 2009, 20:41

Ya que te secuestran la proxima semana, te deseo un feliz cumple, disfrutalo
Un beso

Anónimo dijo... | 3 de septiembre de 2009, 20:46

La verdad es que es un cuento precioso, me ha encantado, un besito
Tempodelecer