St. Anne's Park- 16

PARTE II
Arianne
 
 
       Llevaba dos horas frente a la pantalla del portátil y no había podido escribir más de dos frases. Se recostó derrotada contra el respaldar de su silla. Esta maldita ciudad- pensó mientras cogía su paquete de Winston rojo, la chaqueta de jean desteñido y dejaba el despacho que le habían acomodado en el periódico. Una vez en la calle, se recostó contra el muro del edificio y encendió un pitillo. Acaba de dar dos aspiradas cuando Martin Fog, uno de los editores del Irish y viejo compañero de facultad se le acercó.
-          Son las diez de la mañana y ya fumando.
-          No me jodas quieres.
-          Tu siempre tan cariñosa- le dijo antes de dejarle dos besos en la mejilla- ¿Que pasa Reynolds?
-          Mierda de discurso- resopló- estoy pensando coger mis chivas y…
-          Ni te atrevas- le advirtió- tienes que ir, te has enfrentado a medio planeta para ser escuchada y por fin lo has conseguido.
-          Ya…ya lo sé. Si no fuera porque hay mucha gente detrás de esto quienes merecen por una vez en su vida, ser reconocidos, no iría. ¡Dios! como detesto Dublín. Es como si me exprimiera las energías. No he hecho otra cosa que bajarme del avión y mi inspiración se ha desvanecido como por arte de magia.
-          Vete al campo, tal vez lejos de la ciudad y su caos, puedas concentrarte.
-          Mi padre ha organizado una celebración familiar en mi honor- explicó con sorna.
-          ¿El viejo Reynolds, dando su brazo a torcer? No puedo creerlo. El mismo que te llamó por teléfono y te llamó comunista por ese artículo que escribiste en contra de la administración Bush. ¿Te acuerdas?
-          Claro que acuerdo, me regaló un par de perlas más eh, no te creas… Pero no es que haya cambiado mucho la verdad… no hace más que alardear con sus amigos del Country Club, que su hija será premiada por el Irish pero ni loco menciona el porqué.
-          Bueno, es el típico padre conservador, que ve lo quiere ver.
-          Exacto… pero ya está viejo y cansado, tratar de cambiarlo a estas alturas es una guerra perdida, así que estoy tratando de llevar la fiesta en paz el tiempo que esté aquí.
-          Bueno reina, voy a entrar, tengo reunión con el gran jefe. ¿Vienes?
-          No, aún no se me va la sensación de claustrofobia. Creo que voy a caminar un rato.
-          Te veo luego entonces.
                Lo siguió con los ojos hasta que desapareció tras los ventanales de la entrada. Acto seguido, encendió otro cigarrillo antes de caminar a lo largo de Tara Street hasta alcanzar el paseo George Quay, al margen  del río Liffey. Se apoyó en la baranda y no tardó en abstraerse en las aguas turbias de ese río que conocía de memoria…
                - Arianne Reynolds ¿verdad?
                Escuchó de pronto volviendo a la realidad. Al girarse se encontró con un muchacho pelirojo que la miraba con sonrisa nerviosa. Lo miró como tratando de recordarlo.
                - Soy muy mala para las caras. ¿Tú eres?
                - Patrick- le extendió la mano- Patrick Brown.
                - Perdóname pero, no me suenas en absoluto.
                - No claro, no nos conocemos...-dubitativo ante la mirada extrañada de Arianne- creo que tu     reportaje fue sencillamente genial.
                - Gracias.
                Arianne lo quedó mirando al ver que el muchacho parecía querer decirle algo más. El silencio se hizo extrañamente incomodo. Hasta que Patrick bajó la mirada como derrotado.
                - Bueno me voy... Fue un gusto conocerte.
                - Igualmente- respondió por cortesía  y se sintió aliviada de quedarse nuevamente sola.
                Se disponía a encender otro cigarrillo cuando por el rabillo del ojo,  divisó al muchacho acercarse de nuevo. Escondió una mueca de fastidio ante lo que supuso iba ser tener que oír a  un pesado más, elogiar un trabajo que seguramente ni entendía.
                - Mira, discúlpame si te molesto otra vez pero la verdad es que...- tomando aire-    Tenemos una amiga en común.
                - ¿Amiga? - dijo levantando la ceja- que raro, yo no tengo amigas en Dublín. Aunque imagino que ahora mucha gente dirá que es amiga mía…claro… - agregó mientras buscaba el mechero  palpando sus bolsillos.
                - Ciara…
                Finalmente exhaló Patrick con el corazón disparado. Arianne lo miró con rostro neutro e indescifrable. Con calma encendió su cigarrillo y dió un par de chupadas.
                - Ciara... No había escuchado ese nombre en una década.- Volvió ese rostro inexpresivo hacia las aguas del Liffey y permaneció en silencio un instante antes de aplastar el cigarrillo a sus pies-Bueno, me vas a disculpar… Patrick ¿verdad? Pero debo volver al trabajo, buenos días.
Comenzó a alejarse del muchacho con la misma calma con la que había llegado hasta ahí. Patrick la contemplaba impotente. Era como si estuviera librando una gran batalla dentro de él.
                - Espera por favor... – exclamó de pronto- Yo sé que no quieres oír nada de ella pero...
                - No es que no quiera- le dijo volviéndose con apatía-  es que en realidad me interesa bastante poco oír sobre esa loca y menos cuando tengo otras cosas que hacer.
Giró sobre sus talones y comenzó a caminar en sentido opuesto. Patrick entonces volvió a llamarla pero esta vez ella no se detuvo. Él subió la voz.
                - No tengo permiso para decir nada pero tú eres especialista en escarbar la verdad ¿no?               Investiga entonces. Hay cosas que parecen lo que no son.
Arianne siguió alejándose sin voltear y no se detuvo hasta estar de vuelta en el despacho claustrofóbico.  Se sentó frente al ordenador y comenzó a escribir de forma frenética:
Hace diez años, me miré al espejo y descubrí el rostro de una mujer tremendamente frágil, marcado por el dolor. Creí que con veintisiete años, mi vida estaba acabada. Miré a mi alrededor, buscando desesperadamente alguien, algo, lo que sea a lo que pudiera aferrarme con uñas y dientes, para poder seguir (era ya una experta) pero esa vez, solo hallé silencio, un silencio que ensordecía, paralizaba e iba carcomiendo mi alma a pedacitos. Fue en ese entonces que huí, lo más lejos que pude, buscando que los recuerdos no pudieran alcanzarme. Me interné en los lugares más agrestes, violentos y desolados que encontré… tal vez esperando que una muerte sorpresiva acabara por fin con el silencio insoportable.
Hasta que en uno de esos interminables días, de buscar aquel suicidio involuntario, conocí a Michael Zenni, el protagonista de esta historia que me trae hoy ante ustedes. Sesenta y seis años, cuatro agujeros de bala tatuados en su espalda, envuelta en una vieja casaca militar,  un paquete de cigarrillos arrugado, un perro viejo abrigándolo en las noches a la intemperie y una sonrisa que, a pesar de su terrible historia de indiferencia, le llegaba todavía a iluminar el rostro… yo buscaba la muerte y encontré la vida en un ser que, irónicamente estaba muerto para resto del mundo… esa noche, por fin supe lo que tenía que hacer: buscar la verdad y contarla, esa verdad que muchos preferimos no ver para no incomodarnos, para no darnos cuenta cuan prescindibles e insignificantes somos frente a otros como Michael, que aprendieron a vivir a pesar de todo… Esta historia, señores míos,  más que una crítica a un régimen, más que un acto de rebeldía, es una historia de fe… si… fe en nuestra cada vez venida a menos, raza suprema… sobretodo en los tiempos estos, donde la pérdida de humanidad ya no es noticia...
 
Hizo una pausa y se apoyó pensativa contra el respaldar de la silla...

Entrada publicada por SYD708 el martes, 14 de mayo de 2013 .
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1 comentarios :

Tatana dijo... | 13 de abril de 2013, 15:04

se q no he comentado, pero la verdad es q estoy esperando q la termines para leerla completa y de un tiron.
ya no me apetece leer en fasiculos...

besitos.

(estoy viajando del 19/4 al 10/5 a ver si con menos horas de dif nos econtramos mas y charlamos)